El avance científico siempre ha estado unido a la ética; antiguamente la anatomía humana se consideraba idéntica a la del cerdo porque la moral religiosa prohibía la disección en humanos y hoy en día, la creencia de que todo óvulo fecundado es vida dificulta notoriamente el avance de la investigación genética con células madre.
Las células madre son células que pueden desarrollarse en todo tipo de tejidos ya que no están especializadas. Por ello se quieren utilizar para regenerar tejidos dañados o enfermos, creando con ellas uno apropiado a la función y al individuo en cuestión. Se obtienen del embrión en sus primeras fases, pero también se encuentran en diferentes sitios como el cordón umbilical o la médula ósea.
Lo que origina mayor controversia es el hecho de generar embriones humanos específicamente para extraer las células madre y utilizar los embriones sobrantes de la inseminación in Vitro con el mismo fin, ya que este mecanismo trae su manipulación y destrucción. En este último caso, se fecundan más óvulos de los necesarios fuera del cuerpo de la mujer, para implantar a continuación los que se encuentran en mejores condiciones. Los embriones sobrantes se pueden utilizar para la obtención de células madre antes nombradas.
La gran duda es, ¿En qué momento dejan de ser esos embriones material de laboratorio para considerarse una nueva vida? El conflicto ético surge porque diferentes sectores -científicos, religiosos, jurídicos etc.- tienen diversas respuestas para la misma pregunta. No hay que olvidar, que detrás de estos temas existen fuertes intereses económicos, por un lado se encuentra el negocio de los laboratorios y las empresas farmacéuticas y por otro lado el potencial “negocio” que puede generar mucho dinero a partir de aquellas personas que están dispuestas a pagar cualquier suma por tener hijos con ciertas cualidades.
En la fecundación in Vitro, los embriones sobrantes si no se dedican a la investigación científica o al intento de creación de tejidos regenerativos, son simplemente desechados ya que los que tienen mayor probabilidad de desarrollarse adecuadamente, han sido para entonces reinsertados en el cuerpo de la mujer. Por tanto, por mucho que traiga su destrucción, si esos embriones no se utilizaran para estos fines tampoco tendrían la oportunidad de desarrollarse.
Por otro lado, en la fecundación in Vitro podrían generar menos embriones, suprimiendo de esa manera la cantidad de células restantes, pero eso intervendría en la productividad de la técnica porque disminuiría la probabilidad de encontrar un embrión saludable, ya que hay que recordar que este procedimiento se realiza en personas que no pueden concebir por otros métodos. La solución que algunos proponen es simple: no realizar éste método. Pero para aquellas personas a las que la única opción de concebir reside en la fecundación in Vitro, sólo les quedaría la adopción y a muchos no les importan esos embriones restantes si pueden conseguir un hijo con el que compartan información genética.
Por último, la comprensión del funcionamiento de las células madre y el dominio de éste, podría facilitar el combatir enfermedades que afectan a muchos seres humanos, debido a su ya nombrada habilidad para la especialización selectiva (poder convertirse en la célula específica deseada). Pero para ello, los científicos deben manipular las células madre, que no se consiguen fácilmente.
Hay que aceptar que muchos avances científicos ayudan a mejorar la calidad de vida de los seres humanos, pero la sociedad deberá evaluar si esos beneficios son moralmente aceptables. Por ello, habrá que crear, después de escuchar todas las opiniones, un sistema legal adecuado, ya que de ello dependerá la evolución de la especie humana.