domingo, 20 de marzo de 2011

Viva yo y a los demas que les den

Crece, crece y crece; se el mejor, el más grande, ¡el rey! pisa a todos, nadie importa ¡solo tu!

  Hoy en día aparentemente nada tiene más importancia que el bienestar y la cantidad de dinero que tienes en el banco. Por ello parece que la educación que recibimos esta dirigida  hacia ese propósito, con el único fin de ser el mejor pese a todo. Una educación capitalista que nos dirija hacia la monotonía y el aislamiento.

  Todo esto no surge de la nada, la sociedad esta avanzando de tal manera que parece que los únicos que brillan son los mejores, perdiendo así los valores básicos de la vida, como el compañerismo, el trabajo en grupo y el pensamiento colectivo. Todo esto viene influenciado por la intención de los mayores de demostrar a los jóvenes que todo lo que viven no es más que el fruto de sus esfuerzos, y que al no haber vivido lo que ellos, no demuestran su misma fortaleza y determinación. ¿Pero es justo comparar situaciones de épocas tan distintas? ¿Es que si no he vivido una guerra o una dictadura no tengo derecho a pensar o a opinar?

  Parece que el echo de que la juventud de hoy en día no pueda pensar de verdad es una consecuencia de los prejuicios de la sociedad, por que la realidad es que no todos son ni-nis, zombis alcohólicos o productos en serie. Pues como en todos los matices de la vida, hay casos y no hay que dejar de lado a aquellos que de verdad avanzan, aprenden y quieren demostrar que pueden pensar. Pero aun queriendo avanzar, llegan al punto en el que la sociedad les obliga a avanzar hacia un punto. Un punto en el que la única elección es ser el mejor, sin importar los medios.

  ¿La solución? Pensar libremente, sin miedo a represalias. Ser capaz de esperarse de verdad, de demostrar lo que valemos y lo que queremos.