El otro día contacté con una amiga con la que hacía tiempo que no hablaba. Le pregunté a ver qué tal le iba y me respondió que el día anterior había tenido un problema a la salida del trabajo. Al parecer, un borracho la había emprendido a golpes con ella cuando éste se le acercó en plan baboso y ella le mandó, básicamente, a la mierda. Por suerte, mi amiga se zafó del agresor y salió corriendo. Lo triste del asunto es que, antes de poder escaparse por su propio pie, había intentado pedir ayuda a alguna de las personas que salían en tropel de la discoteca, pero absolutamente nadie de los que vieron la agresión (ni siquiera algunos de los miembros de seguridad de la discoteca que también estaban presentes) hizo más que quedarse mirando. Nadie movió un solo dedo.
Esto me hace pensar en la cantidad de veces que he visto esa misma situación pero con distintos protagonistas. Por ejemplo, esos videos que graban a gamberros agrediendo a algún indigente por la calle mientras el resto de la gente les dirige la mirada durante un par de segundos y luego sigue con su paseo. ¿Pasaba esto hace tiempo? Sí, lo sé, pero me parece increíble el hecho de que en una sociedad “civilizada” como la actual sea posible seguir siendo testigo de este tipo de injusticias. Nos quejamos tanto del consumo de drogas, de la ladronería de los políticos, del botellón y de la crisis en general… ¿y ni siquiera somos capaces de ayudar a una pobre mujer que está pidiendo socorro porque un desgraciado le está intentando dejar tiesa en el suelo? En serio, ¿en qué nos estamos convirtiendo? Y no, no estoy haciendo alusión a la violencia de género, estoy hablando sobre algo más básico aún. Yo diría que con tanto desarrollo se nos están pasando algunos valores tan importantes como el sentido del deber y la valentía, que no estaría de más recordar la próxima vez que veamos a algún cobarde asaltando a alguien en medio de la calle.