"Más sabe el diablo por viejo que por diablo", uno de los mucho refranes en los que se resalta la sabiduría de los adultos y ancianos. Desde pequeños, uno de los infinitos valores que se nos inculca es el de respetar y hacer caso a las personas mayores. Ellos siempre van a saber más que nosotros, y por lo tanto, son una clara referencia. Además, en la mayoría de las ocasiones, suelen tener la razón. ¿A quién no le ha ocurrido estar bruscamente discutiendo acerca de un tema con su padre o madre y al final tener que ceder por admitiendo su cabezonería?
Sin embargo, junto con esa inmensa sabiduría y experiencia que demuestran, últimamente aparece frecuentemente el factor "jeta". ¿En qué consiste? Consiste en entrar a un supermercado, coger una cesta e inmediatamente dejarla en la cola de la caja, mientras el susodicho tranquilamente recorre los pasillos del local buscando los productos apuntados en el post-it amarillo de su mano. Consiste en regañar a chavales sentados en el metro por sentarse habiendo mucha gente en el vagón, y después sentarse sin ningún remordimiento en esos asientos. Señora, si usted amablemente pide esos asientos se los van a ceder con mucho gusto, pero no le eche cara al asunto.
El respeto y la educación hacia las personas mayores es imprescindible en nuestra sociedad, pero tiene también ciertos límites. No por el hecho de haber vivido la dictadura de Franco tienen derecho a decir y hacer lo que les plazca. Además, estas situaciones cada vez son más comunes, un fenómeno que sorprende bastante, ya que la edad y experiencia se supone que tendrían que enseñar y guiar a la juventud, y no espantarla. Lo peor es que ya no son sólo los ancianos; las tiendas, comercios y bares se han unido a este festín de inculpación a los jóvenes. Los dependientes y encargados de los comercios están constantemente vigilando y siguiendo y en los bares no se puede ni acercarse a un adulto porque probablemente el joven le está pidiendo alcohol. Ya puestos a tomar precauciones necesarias y totalmente lógicas, yo pondría controles antidroga en la entrada de los "chiqui park" y algún detector de metales antes de entrar a los hinchables, por si las moscas.
Esta tendencia a aprovecharse de los jóvenes es muy molesta e injusta. Los adultos no deben despreciarlos, ya que ellos serán la siguiente generación, y en sus manos estará el futuro de la sociedad. Así que algo menos de cuento estaría mejor que el "morro" que han empezado a tener muchas personas.