domingo, 20 de marzo de 2011

LA ENFERMEDAD DE LA CALLE

Pocos (demasiados) son los que la padecen. A ellos los vemos como colillas, como deshechos sociales que nadie cuida, incluso nos quejamos y murmuramos entre dientes nuestro disgusto al cruzarnos con uno de ellos. Los miramos desde lo alto, desde la seguridad de nuestros trajes y "all stars", con superioridad e incluso a veces, llenándonos de autoestima. Nadie se ve en una situación asi, dejamos a un lado la empatía y la generosidad y nos centramos en nuestro paseo matinal a lomos de nuestra blackberry.

- Toma, ¡y no te lo gastes en vino eh!
- ¿Qué no me lo gaste en qué? Me paso las noches a -5ºC en el banco de un parque, ¿cómo quieres que no me emborrache?

Yo tenía un trabajo, uno como otro cualquiera detras de la mesa en una inmobiliaria, y de pronto se fue a pique, el banco me embargó la casa y mi novia igual que vino, se fue. No encontré trabajo y me quedé sin nada. Asi me quedé, solo, no tengo hijos ni padres y soy hijo único.
Y se repiten las historias, con diferencias entre ellas por supuesto, cientos de veces al año. Una historia como podría ser la de cualquiera, pero no somos capaces de verlo y seguimos (y seguirémos) mirando por encima del hombro.

ANYON.