Hay maneras y maneras de tener 17 años. Dicen que es una edad bonita, de tránsito, de despertar a nuevas sensaciones. Una edad de proyectos y de soñar que hay toda una vida por delante.
Si cogemos cualquier día de este mes de abril de 2011 y analizamos lo que hace cualquier chico o chica de esa edad en diferentes partes del mundo, veremos que hay muchas maneras de vivir los 17 años.
Mientras en Libia, en Egipto o en Siria muchos jóvenes luchan contra la represión y el hambre persiguiendo la libertad y un trabajo que les permita vivir con dignidad; en EEUU los índices de consumismo entre los adolescentes están llegando a cotas inimaginables en otras latitudes. ¿Qué pensarán en Kenia o en Sudán del cantante juvenil Justin Bieber que con tan sólo 17 años maneja cientos de millones de dólares?
El mundo de la droga recluta a chavales de esta edad para iniciarles en el consumo y en el tráfico, prometiéndoles un camino de rosas. Así las cosas y en este momento, en Latino América es difícil llegar a los veinticinco.
En Japón ahora mismo los de esa edad están volcados en limpiar y levantar el país, así como en tomar todas las precauciones posibles para no morir contaminados por las fugas de una central nuclear. En la India muchas chicas ya han tenido el primer hijo y no saben si comerán mañana.
Pensar en acabar el bachiller, aprobar la selectividad y poder entrar en la universidad que se quiera parece, hecha esa comparativa, un verdadero privilegio.
Todos tienen sueños y proyectos. Todos viven con la ilusión de que el futuro está en sus manos, pero el azar de nacer aquí o allá condiciona de manera definitiva la forma de vivir los 17 años.