domingo, 24 de abril de 2011

TENER RAZÓN


Los primeros filósofos ya nos advertían sobre la existencia de la razón, y aunque cada filósofo creyera en una función distinta de ésta, nunca dudaron en dejar claro que es lo que nos diferencia del resto de los animales, lo que nos hace poder convivir de manera civilizada entre nosotros.

La razón está en constante funcionamiento durante el día dentro de todas las personas, aunque no actúa siempre igual. La utilizamos cada vez que tenemos que decidir acerca de algo, cada vez que reflexionamos acerca de un tema, y sobre todo, cuando tenemos que exponer nuestras ideas al resto. En una discusión, la razón trabaja con fuerza para conseguir la victoria. Aun así no siempre la consigue, y entonces llega el momento de darle la razón al contrincante. Este momento puede ser de gran dificultad para muchos.

Dar la razón no es una tarea fácil. Supone admitir que no estás en lo cierto y que debes cambiar tu punto de vista o actitud ante un tema. Esto no es del agrado de nadie, ya que la raza humana lucha constantemente por la evolución y la mejora de su especie, y por ello no quiere escuchar que está equivocado nunca. Está comprobado por la universidad de ciencias de Manhattan que el 78% de las personas es incapaz de dar la razón al contrario aun sabiendo que se la deben dar. Hay que saber admitir que otro tiene mejores ideas que las tuyas cuando las tiene, si no lo hacemos, lo único que trae son problemas con los de alrededor, una vida llena de enemigos, y en consecuencia, inseguridad e inestabilidad personal. Varios estudios afirman que las personas que son capaces de admitir sus errores y felicitar a otros por sus victorias son más felices y viven de manera más tranquila.


Por mucho que lo parezca, creer que tienes siempre la razón no es buena señal. Hay veces en las que es mejor agachar la cabeza y armarte de valor para admitir tus errores del mismo modo que lo haces otras veces para celebrar tu victoria por todo lo alto. Tener razón es siempre satisfactorio, pero cuando no eres tú el que la tiene, debes saber reconocerlo con la mayor naturalidad posible.