Drogas. Cada vez que pensamos en estas substancias, nos vienen a la cabeza infinidad de imágenes de jolgorios y excesos en general. No solamente esto, sino que también nos inspiran pobreza y miseria, situaciones agravadas por la adicción que produce el consumo de drogas. Hasta ahí, las opiniones son casi unánimes, y la conclusión es parecida si se le pregunta a cualquier ciudadano del Primer Mundo: El tráfico de drogas es un acto repugnante que debería cesar con la mayor brevedad posible.
Sin embargo, unos consumen y otros no, y esto es una situación que nos ha acompañado desde siempre, algo que tenemos que afrontar y que prevalecerá en la historia, seguramente, hasta que desaparezcamos de la faz de la Tierra. Sabiendo esto, multitud de gobiernos han puesto en marcha planes de erradicación de la venta de estupefacientes, una acción que todo el mundo aplaude, pero... ¿es realmente necesario mantener una lucha que muy probablemente no podamos ganar? No. Por mucho que unos intenten frenar desesperadamente el consumo de drogas, el hecho de prohibir su tráfico y posesión no va a cambiar nada, y es, por tanto, una medida inútil. La gente seguirá fumando porros, esnifando cocaína o inyectándose en vena cosas inimaginables esté o no prohibido, y las autoridades poco podrán hacer para evitarlo.La primera y más simple razón para justificar esto es que, después de todo, el consumo de drogas se remonta a miles de años atrás, cuando las primeras civilizaciones descubrieron, por ejemplo, el opio y sus efectos y aplicaciones. Desde entonces, el ser humano ha venido haciendo uso de infinidad de drogas naturales así como sintéticas por mera distracción, hedonismo o búsqueda de placer. Es precisamente por esta interminable búsqueda de placer característica por lo que el humano no ha sido ni será capaz de dejar de lado el consumo de drogas.
Además de esto, se sabe que las drogas constituyen la base de la medicina. Su utilidad como neurotransmisores depresivos, estimulantes o alucinógenos es innegable, y su estudio ha ayudado en gran medida en el desarrollo de esta ciencia. A pesar de que este estudio también ha contribuido en la creación de las drogas más peligrosas que conocemos, hay que recordar que éstas fueron una vez comercializadas con fines terapéuticos (La heroína de Bayer) o incluso se mostró su consumo como un acto reconocido socialmente (El consumo de tabaco a lo largo del siglo XX).
Esto último apunta a que el actual problema de consumo de estupefacientes (específicamente la cocaína, las metanfetaminas o las nuevas drogas de laboratorio) ha sido causado por su presentación ante el ciudadano de a pie, y su posterior aceptación. Ahora mismo, además, la retirada de éstos del mercado no supone gran cosa, ya que gran cantidad de redes clandestinas de narcotráfico tienen medios para hacer su agosto de la venta ilegal de drogas. Por si fuera poco, otra consecuencia de la ilegalización de muchas drogas es el hecho de que ahora se presentan como algo exótico. Puede que no sea ya tan aceptado como antes, pero lo prohibido desde luego tiene un gran atractivo que se puede relacionar con las ansias de rebeldía de muchos de los que terminan desarrollando drogodependencia. Quizás para aclarar esto sirva el ejemplo de la Ley seca de los Estados Unidos, mediante la cual se prohibieron la fabricación, consumo, elaboración, transporte, importación, exportación y venta de alcohol. Flaco favor a la población. Resultados de esto fueron el emerger de un mercado negro que se encargó de abastecer a millones de personas a precios elevadísimos, el aumento del crimen e incluso el aumento de la demanda de alcohol, lo cual dejó bien claro que dicha ley había sido una medida contraproducente.
En definitiva, solamente queda decir que el negocio de drogas no es ni de lejos un acto aceptable, pero después de todo, lo que uno decide consumir es su propia responsabilidad. Vivimos en la sociedad de la información, sabemos lo que tenemos a mano y lo que conlleva hacer uso de ello. Las drogas son y serán siempre una realidad y el prohibir su venta no ayudará en mucho a acabar con su consumo, ya que uno siempre tendrá la opción de acceder a ellas si se lo propone, como con todo. Así pues, en esta sociedad no nos queda más opción que tener confianza en que no caeremos en la tentación de probar droga alguna, ya que será nuestro propio juicio lo que marque la diferencia entre consumir o no.