Desde el comienzo del desarrollo tecnológico de las últimas décadas, se ha visto claramente que gran parte de ese desarrollo iría destinado al ocio y entretenimiento de la gente. Así, juegos primitivos como el comecocos fueron apareciendo con el único fin de entretener a los que los jugaban. Lo que no se sabía entonces, es que eso desembocaría en una auténtica industria que hoy en día da unos beneficios asombrosos. Sin embargo, aquellos videojuegos no son como los de ahora, y esto ha abierto un nuevo debate, porque los nuevos videojuegos son en su mayoría violentos, o con contenido inapropiado para ciertas edades. Aun así, el control sobre estas edades no existe (no es necesario ser mayor de edad para comprar un juego recomendado para mayores de edad), lo cual ha traído consigo cierta polémica.
En primer lugar, hay que decir que los videojuegos son simples herramientas para el ocio, y su uso no va más allá. Por lo tanto, deberían estar (y lo están) permitidos para todo el mundo. Sin embargo, es cierto que ejercen una influencia, simplemente por ser parte de lo que nos rodea. El verdadero problema, por lo tanto, es el que sepamos o no dejar que esa influencia domine nuestras acciones. Por ejemplo, alguien que mata en un videojuego no se convertirá en asesino fuera de él, siempre y cuando aprenda que matar está mal, es decir, siempre y cuando no deje que el juego le influya.
Aun así, ciertos contenidos no están sujetos a que el jugador pueda decidir que le influyan o no. Es el caso de los videojuegos que fomentan las drogas, el juego, o el uso de palabras malsonantes, porque aunque el jugador decida no aplicar estos comportamientos en su vida, en el fondo los está aprendiendo. Por eso, si es cierto que estos juegos deberían estar más controlados.
En cualquier caso, se ha demostrado que los videojuegos fomentan los reflejos y la concentración. Así, los cirujanos trabajan mejor (cerca de un 40%, como puede comprobarse aquí) si juegan a los videojuegos diariamente. Es más, los niños que juegan a videojuegos aprenden antes a diferenciar entre lo que es importante y lo que es secundario.
Por lo tanto, más que una distracción o una mala influencia, los videojuegos son una herramienta que aporta reflejos, concentración y otros valores, y no perjudican siempre y cuando se sepa llevar correctamente la influencia que ejercen.