lunes, 21 de febrero de 2011

GTA...


De entre todas las palabras que el ser humano ha creado, la palabra “corrupción” es una de las más abominables y despreciadas. Y es que sólo con pronunciarla, un intenso escalofrío recorre cada una de nuestras extremidades. Vivimos con el miedo de escuchar este fenómeno en boca de autoridades políticas, partidos y gobernantes, ya que cada día es más común encontrarse con muestras parecidas. La mayoría probablemente habrá oído hablar en los últimos meses de los políticos corruptos en el PP, el famoso “chivatazo” o la corrupción en la Ertzaintza, ejemplos de que estamos ante una clara subida de los casos. Este dato, para nada tranquilizante, aumenta el estado de alerta en el que mucha gente vive actualmente, y es que entre el trabajo, casa, familia, y demás esta vida es un no parar.

Volviendo al tema de la corrupción, hay una pregunta que a todo el mundo (no corrupto, lógicamente) se nos pasa por la cabeza cuando oímos hablar del tema: ¿por qué? ¿Qué demonios se te tiene que pasar por la cabeza para robar millones de euros, por ejemplo? La respuesta, a mi parecer, es bastante clara, ambición y poder. Además, si uno se fija, ocurre de un modo automático; persona que se acerca al poder, persona que abusa de él. En esta ecuación no afecta ningún factor de etnia, sexo, edad... nada; todos sucumben a la adicción del poder. Lo más curioso es que una vez empezado, se les hace imposible parar, es como una droga nefasta que acaba dominándolos.

Si bien el eco de la corrupción retumba más en el ámbito político, lo encontramos en otros muchos casos. La cantidad de chanchullos y triquiñuelas que se darán en la justicia, en el mundo de los empresarios, la policía y guardias de todo tipo, … Y mientras tanto, nosotros con nuestras caras de palurdos recibimos una bofetada tras otra, sin ni siquiera darnos cuenta. Pero como vengo diciendo en otros muchos artículos, el pasotismo es aplastante en nuestra sociedad, y mientras siga así nada cambiará. Seguiremos siendo víctimas de este atropello a los derechos del ciudadano, y tendremos que hacer oídos sordos a atrocidades como el BUNGA-BUNGA.