Música, el arte de organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios utilizando los principios fundamentales de la melodía, la armonía y el ritmo. Ja! Esta definición habría sido correcta hace unos años, pero esta claro que hoy en día es algo que carece de sentido. Es verdad que como en todas las otras artes el estilo, las tendencias y los gustos cambian, pero una cosa es cambiar y otra muy diferente es mutar. Pues no es lo mismo escuchar música moderna que sufrir una tortura repetitiva.
A nadie sorprende que la música sea cada vez más vulgar y simple, puesto que, últimamente, en menos tiempo se crean más canciones y albumes, produciendo de alguna forma, la decadencia de este arte. Creando música comercial con ritmos repetitivos y pegadizos, que tendrán un gran valor y atraerán a un gran número de personas al principio, pero que con el paso de las semanas acabara por olvidarse.
Con el paso del tiempo la dedicación que los artistas conceden a crear sus canciones se ha ido disipando. Antes, estos, dedicaban interminables horas a crear canciones únicas e irrepetibles, intentando que estas fueran diferentes a todo lo anterior y que en ellas mismas se reflejara su propia naturaleza. Su fin era crear algo con sentimiento y que perdurara en el tiempo, así como el “ we are the World” de Michael Jackson. Ahora en cambio, dejan a un lado ese trabajo y deciden centrar sus esfuerzos en idear la forma más barata y directa de presentar y comercializar sus canciones, utilizando para ello del marketing y la publicidad. Su propósito: hacerse lo más famosos y ricos posibles en el mínimo tiempo.
Valiéndose de esta técnica un escaso número de personas ha llegado a triunfar en este negocio y perdurar a lo largo del tiempo. Las demás, en cambio, al no poder resistir o por no llegar a alcanzar la cima, han regresado al anonimato del que salieron.
Pero no hay que dejar de destacar que pese a la abundancia de canciones repetitivas y cantantes de temporadas, sigue habiendo un gran número de verdaderos artistas que siguen creando maravillas sonoras. De esta forma, se podría decir que el echo de que tengamos que sufrir tanto escuchando esos ritmos mutados nos ayuda a valorar mejor los grandes clásicos, y a reconocer la buena música cuando la escuchamos.