El pasado lunes, como todos sabremos, fue un día mundial. Todo el mundo madrugó para ir a comprar el ramo de rosas para su querido, querida, esposo, esposa, amante… Parece ser el día 14 de febrero nos hechiza, nos envenena, de un sentimiento amoroso que, por lo que parece, otros días no somos capaces de expresar. Este conjuro nos activa una parte del cerebro donde, sin que nos demos cuenta, se produce una alteración de los sentimientos y todo lo que suceda este día será bonito solo por transcurrir el 14 de febrero. Regalos bonitos, cartas sentimentales, cenas románticas, bombones,… son los productos mas regalados en este día. En este día que algunos pensamos que es absurdo. ¿Quién nos hechizó para que ese día nos transformemos? Porque, si es que nadie lo hizo, ¿Por qué solo nos sinceramos ese día? Para los enamorados todos los días deberían de ser especiales, ya que están junto con quien aman y nunca nadie debería de “conjurarlos” para poder expresar sentimientos tan profundos y sincerarse con quien aman. Este día tan apreciado por muchos, y tan odiado por otros, nos empuja a una compra innecesaria o a comportarnos de una manera que tendríamos que adquirir todos los días, ya que un día inventado por El Corte Ingles no debiera de cambiarnos y animarnos a ser románticos, si no ser nosotros, en el día a día, quien queremos ser, pudiendo así expresar nuestros sentimientos. Este día está dirigido a todo aquel que se puede permitir comprar un regalo fascinante pero ¿qué pasa? ¿sólo los de una clase alta pueden celebrar que están enamorados? ¿ y todos los demás qué? Así que dejemos de lado comportamientos consumistas y capilatistas, y acerquémonos a nuestros sentimientos pudiendo expresarlos como y cuando queramos, haciendo así el día de los enamorados los 365 días que tiene el año.