miércoles, 19 de enero de 2011

Mea Culpa

La culpa es de los padres. De los padre que no, no nos visten como putas, pero quieren que seamos putas de virginidad intacta. Ésa es la razón por la que a los menores de 18 años nos forran de papeleo y firme usted aquí cada vez que tenemos que hacer algo que rompa mínimamente la rutina o que tenga un mínimo de riesgo, la razón por la que cada vez cuesta más encontrar a profesores o voluntarios dispuestos a hacer alguna actividad extraescolar, la razón por la que estamos en constante vigilancia en el caso de que no exista un patente de corso firmado por padre/madre o tutor legal que nos permita ejercer la piratería a nuestras anchas.

La culpa es de la sociedad. La sociedad basada en la política de todo el mundo es bueno, basada en la política del pobrecito él, que se ha hecho pupa, basada en la política no del mínimo riesgo, si no del riesgo inexistente, en películas de Walt Disney con finales felices y asados de tofu (pobrecitas las perdices) para siempre, en la de el niño es niño hasta los 17 años, 364 días, 23 horas, 59 minutos, 59 segundos, y 999 999 microsegundos, y un momento infinitesimal después adulto, con todos sus derechos y responsabilidades. La política de buscar siempre un responsable capaz de vez películas de dos rombos y mantener a los menores con un velo sobre los ojos y algodón en cada poro, no se vaya a arañar la piel con este perro mundo.

La culpa es del sistema judicial. De la ciega armada con una espada y una balanza que obliga a que un joven tenga cuatro ojos enfocando a su nuca en todo momento, sistema que convierte al vigilante en cabeza de turco y al vigilado en mártir, sistema que castiga el despiste y no la imbecilidad, sistema que permite que alguien sea denunciado por decir jamón.

La culpa es de los jóvenes. De los jóvenes que creen que si les pasa algo tienen que cobijarse en la sombra del adulto más cercano para quejarse de que otro adulto responsable no le estaba mirando cuando corría rápido, saltaba alto, o bebía ferozmente y que si se ha torcido un tobillo, se ha caído o echa la pota es culpa del responsable que ha apartado la mirada. Porque el joven no está acostumbrado a la sensación de una torcedura que hace cojear, de una caída dolorosa o de una pota que sepa a pota.

La culpa es de los tolerantes. De los tolerantes pasivos que sólo observan y callan todo. De los tolerantes activos que sólo observan y critican todo. Que no se rebelan, que no proponen, que no trabajan, que no denuncian, que escriben y escriben y escriben y escriben y no dicen esta boca es mía.

La culpa es nuestra. Mía. De todos. Siempre echando la culpa a los demás.